sábado, 10 de enero de 2009

Primera Parada



Todo aquel que me conoce sabe que sufro de adicciones diversas. Para no entrar en detalles sobre todas ellas, tan solo me referiré a una de mis favoritas: mi adicción por el chontaduro. Cuando era pequeña, recuerdo muy bien que su aspecto y su olor me parecían desagradables, en especial porque cierto sector racista de conocidos solía decir que olía a negro -cosa que era considerada digna de repulsión por aquellos personajes-. Al no tener consciencia alguna, y mucho menos capacidad de realizar mis propios juicios, me rehusé durante años a consumir tal manjar, haciéndole incluso mala cara a mi familia, de quien al final, heredé la adicción. No obstante, al ir creciendo, mi curiosidad por la fruta naranja fue aumentando día a día, sobre todo cuando observaba cierta compulsión nerviosa que mi madre, tía y abuelas mostraban al ver un carrito cargado de chontaduros en la calle. Unas lo pedían con sal, otras lo pedían con miel, pero todas salían con su bolsita de papel periódico cargada de unos seis frutos y una gran sonrisa. Aquello parecía ser el paraíso. Entonces, un día, cuando aún estaba en primer o segundo semestre, vi un camión verde y viejo repleto de borojó y chontaduro. Tomé aire y me dirigí hacia él, decidida a que ésta vez, descubriría el por qué a pesar del mal aspecto y olor del alimento, tantas personas de mi misma sangre morían por él. El tipo que me vendió el paquetico - que en esa época costaba unos 1000 pesos- me armó la conversa, y me sugirió probarlo con sal, ya que según el, así era más alimenticio. Procedí a ingerir el primer bocado, lo que me llevo subsecuentemente a saber lo que era la felicidad. Desde ese entonces me declaro adicta, una leal y real adicta. 

Pero la historia no termina ahí. Creo que a muy pocas personas les interesa en verdad el saber la razón que llevó a alguien a no poder vivir sin el chontaduro. Hace poco -quizá en septiembre del año pasado-, curioseando en una biblioteca, encontré un documental que se llama "la ruta del chontaduro", que muestra cómo es el cultivo, el transporte, la venta y la comercialización del producto. Más allá de lo bueno - o lo malo- del documental, lo que me impacto fue todo lo que se teje alrededor de esta fruta. Para su cultivo, se necesita mantener un equilibrio perfecto en el ecosistema del pacífico, aparte de que su siembra sería imposible sin un sistema de trabajo cooperativo. El chontaduro, es además, alimento sustancial para las familias del trópico que viven de él. Sin éste, cientos de personas de poblaciones marginadas y olvidadas del país como Tambo Cauca no tendrían sostenimiento alguno. 

Mi primera parada de escritura trata pues de explicar en nombre de este sitio. "Por el chontaduro" es un nombre que no he escogido aleatoriamente; por el contrario, es un nombre que pretende seguir esa "ruta del chontaduro" que al final es Colombia, y que al final, soy yo. 

2 comentarios:

  1. pues me declaro fan de la ruta!

    ResponderEliminar
  2. Hola cómo estás? Realmente no sé si aún revises los comentarios de este blog (espero que si), pero quisiera preguntarte en que biblioteca y de que ciudad (espero que haya sido en Colombia, ojalá Bogotá) viste este documental de "La Ruta del Chontaduro"... estoy como loco tratando de encontrarlo por todo lado pero me ha sido imposible. Te agradezco mucho la info que me puedas dar al respecto! Saludos!

    ResponderEliminar