lunes, 16 de febrero de 2009

Notas personales

1. 

Hablábamos horas por teléfono. Pasábamos días enteros juntos… uno tras otro. Yo era inmadura –aún lo soy-, muy pequeña . 
Me enamoré. Él se enamoró. Al principio yo escuchaba Spinetta y el Metallica. Luego Fito para los dos, luego Gardel para las noches. Y el vino y el ron. Siempre vino rojo (aunque yo prefería el blanco) para los viernes y la chimenea. Ron para uno que otro día en el parque hablando. Yo le regalé mi corazón y mi vida. Le regalé mis horas, mis días, mis canciones, mis lágrimas.  Él me enseñó qué era una caricia, un buen beso y un abrazo. 

Ahí estaban Borges, Cortazar, Coleridge y Rilke. Para mi Rilke. 

Al final a Tarzán le dio amigdalitis y yo me tome Opio en las Nubes muy en serio.

2.

Un artista desquiciado pero locamente inteligente. Noches inacabables, absurdas, llenas de excesos. Con él aprendí a tomar vodka y a odiar a los maniquís. 

3.

Ella y él. Él fue primero. Llegó después de que había tomado tanta cachaza que no me di cuenta en qué momento ese acento brasilero se fue de Londres a Rió de Janeiro. Él y yo caminábamos horas hablando del Imperio Otomano y de la guerrilla colombiana. Cuando comíamos juntos siempre cuidábamos de que nada en nuestra comida tuviera cerdo o tocino. A mi me gustaba el cerdo por aquel entonces, pero con el aprendí a no comerlo. Un día le preparé un pasta horrible que se comió a regaña dientes pero que según él estaba buenísima. 

Entre nosotros no había casi música, pero si imágenes, muchas imágenes; fotografía, pintura, escultura. La biblia y el coran. Pasé el ayuno de Ramadán a su lado y aprendí a ponerme una burka (a pesar de no estar dispuesta a usarla). 
El día menos pensado en no toleró más que yo fuera yo. Se fue de mi y hace poco se casó con una suiza.

Ella era amiga de los dos. Es blanca… ella es muy blanca y vive a punta de arroz. Ella no conocía Bob Dylan y cuando lo escuchamos por primera vez en vivo quedó impactada: no entendía porque todos lo venerábamos si cantaba tan mal. Un día fuimos a otro concierto porque yo le quería mostrar Maroon 5. Ese día comenzó todo. Yo le mostré a Benjamin y ella me dibujaba la textura de las hojas y de la madera en un cuaderno. También me regalaba bonitas fotos que tomaba. Es la mejor fotógrafa que conozco. 

En medio de mi esquizofrenia todo acabó en Heathrow. Después de comernos un sadwiche y muchos chocolates, ella sacó de su maleta un regalo y me lo dio mientras la jefa de inmigración me empujaba al otro lado del vidrio. 

4. 

¿Un romance tormentoso en Paris?
La primera vez que nos vimos yo me quedé dormida en el cine viendo “Munich”. Además, llegaba siempre tarde a todas partes porque me perdía con frecuencia. Él me mostró el Sena y se aguantaba mis arremetidas de resentimiento latinoamericano contra el primer mundo. Una noche me llevó a una ambientación musical de una película de Chaplin en algún suburbio bohemio de la ciudad y otra, a eso de las 2:00 a.m, me montó en un carrito de mercado que encontramos tirado en la calle y me llevó ahí metida hasta mi casa. 

A pesar de todo la última noche que pasamos juntos compró vino y cocino espinacas con tomates secos. Ese día también me quede dormida. 

5. 

Con él cantábamos “fuma y has abdominales” (una célebre composición de su autoria). Me lo re- encontré en una feria del libro a la que fui con Gloria y otros personajes. Desde ese día y durante un par de meses nos vimos casi todos los días, escuchábamos Bowie y hablábamos hasta el amanecer de nuestros demonios, sentados en las casitas de madera en los parques . 

Con él no hubo alcohol. 

El día que me mostró unos pulmones que había hecho con colillas de cigarrillo me di cuenta de cuanto lo quería. 

Yo diría que todo terminó por una mutua incapacidad de expresar nuestros sentimientos. 

6. 

Hoy en día los dos somos filósofos disidentes. En esa época éramos filósofos apasionados. 
Ahí había de todo. De lo que más me acuerdo es de la ginebra y de los domingos en los que aún amanecidos, delirábamos imbuidos en el buen humor. 

Yo me hubiera podido enamorar de él. De hecho, creo que es una de las personas que más he querido en toda mi vida. Pero se fue, y cuando volvió, ya no era él… no, ya no era él, y nunca más lo sería de nuevo. 

Después de él y de lo que pasó, no he vuelto a querer a nadie. 

Lo único que puedo decir es que espero no volverlo a ver nunca más en mi vida. 

7. 

Él es mi intermitencia. Es uno de mis mejores amigos, pero yo sé que algún día nos vamos a casar. Yo lo adoro, y claro, adoro su música. El problema es que el tiempo y el espacio nunca nos han cuadrado. Igual no importa, no tenemos afán. 

8. 

Ya no espero nada. Solo respiro profundo cada mañana y sigo adelante. 

2 comentarios:

  1. soy un hombre de pocas palabras: a veces resulta ser una ventaja... no diré más que me agrada como escribes. me agradó el escrito.

    sebastián escobar ( y espero que aunque ya no haya facebook, sepas que aún existo)

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