martes, 3 de marzo de 2009

Godard es como un lirio: reseña de una flor.

Tengo en frente de mi un montón de lirios blancos y rosados que se apoderan del espacio en el que habitan. Los veo majestuosos, hermosos, únicos, profundos. Los miro y debo inclinar mi cabeza ante ellos. Siempre he pensando que una casa sin flores es como un jardín muerto; un espacio vacío, sin colores, inexpresivo, sin vísceras. Por eso en mi casa siempre hay flores: aquí podemos estar aveces medio muertos, medio vacíos... pero solo medio; nunca sin vísceras, nunca sin colores, nunca sin gestos en el rostro. 

Cuando amanece y saludo el naranja purpúreo de la mañana, cuando me siento a tomar mi café y a respirar un poco, los lirios me hablan, me susurran y aveces me suben el tono de su voz de forma imponente. Algunos le llaman a eso "animismo" y quizá sea así (de serlo, debo decir, todo sería culpa de Gloria y su terrible manía de ponerle nombres a las cosas y adjudicarles personalidades insulsas), igual no importa. El punto es que esta mañana, mientras pensaba en lo fuerte que me había quedado el café, voltee a mirar mis flores blancas y rosadas, y de repente, se me vino a la cabeza la imagen de Godard.  Claro, eso no gratuito; ayer vi un par de cortos de él que mi buen amigo Oliver (un francés muy Francés. De esos que se niega a escribir en inglés, que muere por el cine - bueno, es cineasta- y que come queso como si no hubiera mañana) me envió. Hace años había visto ya una de sus películas más famosas, de la cual solo me quedaron grabados los enormes ojos de la protagonista. Pero esta vez, con un poco más de conciencia y atención, pude sumergirme en sus imágenes y cuestionarme a partir de ellas. 

¿Por qué un lirio me dijo algo sobre Godard? Supongo que la razón es simple. Godard es como un lirio. Se alza con fuerza desde la tierra y deja atónitos a sus espectadores. Sus imágenes denuncian sutilmente, expresan con belleza y armonía la complejidad del entramado humano. Es inteligente y apasionado. Mordaz y sugerente. Ante todo, concreto, y  sin duda, muy agudo. 

Godard escribe con imágenes: muy conscientemente, junta el ensayo con la imagen en movimiento. Es una cualidad que muchos filósofos querríamos tener, pero que por injusticias del destino, no nos fue concedida. 

De sus películas, me interesa especialmente De Petit Soldat, en la cual logra plasmar de manera muy interesante una de las situaciones políticas más dramáticas del siglo XX: la tortura institucionalizada. Allí, en un estilo similar al de la novela policiaca, muestra Godard la situación de los presos políticos en Argelia en los años 60´s. El filme fue catalogado por la crítica como "confuso", a lo que el autor responde: "es confuso porque de hecho, era una situación confusa" (entrevista del Cahiers du Cinêma, No 138, 1962). Cierto. Aveces, hacer cine confuso no tiene nada de malo cuando detrás de él se esconde de por si una situación inexplicable e inentendible. 

Godard tiene fama de improvisar, de hacer cine espontáneo pero pensado. Puede que esa sea la razón por la que aquello que he visto de él me cautiva tanto, porque creo que en el fondo, el cine y el arte son como la vida, y la vida debe ser así: improvisada, arriesgada, espontánea pero pensada. 





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